En Pekín (Beijing), capital de China, los estudiantes regresaron a clases presenciales el 11 de mayo equipados con una pulsera electrónica que mide la temperatura en tiempo real y emite una alerta en caso de fiebre – uno de los síntomas del COVID-19. La medida se propone evitar una ola de contaminados por la enfermedad dentro de las escuelas.

Los datos de la temperatura de los alumnos recolectados por el dispositivo son enviados a computadores de la Secretaría Municipal de Educación y para un aplicativo instalado en los celulares de los padres o responsables.
Cuando un alumno llega a los 37 grados Celsius o más, los padres, profesores y las autoridades legales reciben una notificación. Ninguna otra información personal es almacenada por el dispositivo.

La principal ventaja de la pulsera en comparación con un termómetro común es la practicidad. El profesor no necesita interrumpir la clase para medir la temperatura de los alumnos y tanto la Secretaría Municipal como
los padres pueden monitorear todo a distancia. La tecnología se inspiró en las pulseras y relojes digitales que monitorean las pulsaciones cardíacas.

OTRAS MEDIDAS
Esa no es la única precaución que se está tomando en las escuelas chinas. Todos los alumnos están usando máscaras, respetando una distancia mínima recomendada entre ellos (cerca de un metro) y lavándose las manos con frecuencia. Además de eso, el número de alumnos por sala fue disminuido.

En China, cerca de 31 millones de estudiantes volvieron a clases en las escuelas secundarias y casi 44 millones, en las primarias. El jardín de infantes retornó solamente en ocho provincias (algo parecido a los estados en Brasil). El país fue el primero afectado por el nuevo coronavirus y las clases presenciales fueron suspendidas en enero.

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